Nuestro cerebro es extraordinariamente plástico. Está constantemente cambiando y reorganizándose.
Esta neuroplasticidad no depende solamente de lo que el cerebro capta a través de las ventanas sensoriales, o de nuestras acciones cotidianas. Nuestros pensamientos y emociones tienen el mismo peso neurológico que todo eso que vemos, olemos y hacemos.
Cada pensamiento, sensación, sentimiento, emoción, hábito, acción, experiencia e interpretación de lo sucedido son fuentes de información que el cerebro usa para reconfigurarse en tiempo real.
Y dado que puedes controlar gran parte de esta información que el cerebro recibe, tienes el poder de autodirigir tu propia neuroplasticidad.
Puedes intervenir voluntariamente en el flujo de información que tu cerebro recibe para optimizar funciones cerebrales tan provechosas como la planificación cognitiva compleja, la toma de decisiones, la resolución de problemas, el discernimiento, la memoria, la atención y la acción estratégica, entre muchas otras.
La práctica de mindfulness es la mejor forma de entregarle la información que más le favorece, tal y como muestran las más recientes investigaciones en neurociencia, y en este breve artículo vas a conocer 4 formas en las que tu cerebro cambia al incorporar el hábito de atención plena.
1. Desconecta el «Centro del Yo» del cerebro
Solemos tener fuertes conexiones neuronales con la corteza prefrontal ventromedial, lo que se llama el «Centro del Yo» del cerebro.
Esto nos vuelve más propensos a interpretar las situaciones de vida como un problema personal, y es más probable que experimentemos pensamientos repetitivos de miedo sobre nuestras vidas, sobre los errores que hemos cometido, sobre lo que la gente piensa acerca de nosotros, etc. Una puerta abierta hacia el estrés, la ansiedad y la depresión.
Este «Centro del Yo» no es particularmente racional. No se sirve de procesos superiores de pensamiento para operar. Es reactivo, impulsivo e irreflexivo.
Por el contrario, las personas que practican mindfulness regularmente muestran conexiones más débiles con este «Centro del Yo» del cerebro y conexiones más fuertes con la corteza prefrontal lateral, o el «Centro de Evaluación» del cerebro.
Esto les ayuda a ver los problemas y dificultades de manera menos personal, acercarse a ellos con mayor perspectiva y plantear soluciones más racionales.
2. Amígdala pequeña + corteza grande = claridad mental
La práctica de mindfulness facilita que la amígdala experimente una extraordinaria regulación.
La amígdala es el centro de «lucha o huida». Es la parte de nuestro cerebro que controla nuestra reactividad ante el miedo y el estrés. Cuando la amígdala se activa, experimentamos esas sensaciones de agobio y nerviosismo. Si la amígdala está sobreestimulada, la sensación de ansiedad es constante, lo cual es bastante habitual para una creciente porción de la población mundial.
Cuando practicas mindfulness, tu cerebro deja de rastrear compulsivamente las amenazas, y tu amígdala se calma. Esto es especialmente relevante porque una amígdala calmada permite que las funciones cerebrales superiores aumenten mientras que las respuestas automáticas de los cerebros límbico (emocional) y reptiliano son reguladas.
De hecho, la amígdala se vuelve literalmente más pequeña, mientras que la corteza prefrontal, asociada con procesos cerebrales superiores como la conciencia, la concentración y la toma de decisiones, se hace más gruesa.
Es decir, la práctica de la atención plena favorece respuestas más reflexivas –lo que llamamos claridad mental– e inhibe respuestas cerebrales arcaicas.
3. La función cerebral «maestra»
Nuestras funciones psíquicas y su rendimiento dependen de una compleja interacción entre diferentes regiones cerebrales y reservas cognitivas.
Y la atención es el mecanismo cerebral que más nexos y correspondencias tiene con el resto de funciones cerebrales. Podemos decir que es el pegamento que mantiene a todas las demás funciones unidas.
Cuando ponemos en marcha los engranajes de nuestra atención, muchas otras cualidades psíquicas se fortalecen simultáneamente: memorización, abstracción, metacognición e incluso nuestra regulación emocional, por nombrar solamente algunas.
Dominar la atención es todo un desafío. La mente tiene una capacidad fabulosa de crear nuevos pensamientos, pero nuestra capacidad de mantenernos atentos y enfocados en cada uno de esos pensamientos que genera suele ser escasa y limitada.
La razón es que la atención es un «músculo» que se vigoriza con el uso y se pierde con el desuso, y nos encontramos en el peor momento posible para mantener esta virtud robusta: cada vez atendemos a más cosas pero lo hacemos por períodos muy cortos. El resultado: un deterioro silencioso de nuestra capacidad de atención.
Apenas nos damos cuenta. Se cocina a fuego lento, pero las consecuencias son nefastas, ya que este déficit de atención deriva en ese pensamiento descontrolado que crea las bases de un cerebro ansioso y depresivo.
La práctica de mindfulness es la mejor forma de fortalecer nuestra habilidad de enfocar y dirigir esa capacidad «maestra» llamada atención, lo que al mismo tiempo fortalece las conexiones entre las neuronas (sinapsis), crea nuevas conexiones, favorece la supervivencia neuronal y el funcionamiento cognitivo óptimo y sienta las bases de un cerebro antidepresivo.
4. Estimula la neurogénesis
Hoy sabemos que nuestro cerebro tiene la capacidad de regenerarse gracias a las células madre cerebrales. Este proceso recibe el nombre de neurogénesis y, contrariamente a lo que se piensa, no posee limitaciones de edad.
La neurogénesis depende de múltiples factores, y uno de los más determinantes es el estrés.
El estrés crónico reduce la neurogénesis hasta el punto de llegar a inhibirla por completo, y la práctica de mindfulness, al reducir drásticamente los niveles de estrés, regenera la creación de nuevas células cerebrales.
El cortisol es la más destacada hormona del estrés, y la práctica de mindfulness facilita que el organismo comience a reabsorber este neuroquímico en solo 3 minutos desde que comenzamos a practicar, mientras que al mismo tiempo le indica al cerebro que libere sustancias endógenas que promueven el crecimiento biológico y la neurogénesis (serotonina, dopamina, endorfina, oxitocina, vasopresina, acetilcolina…).
Recuerda que lo que realmente cuenta a la hora de mejorar tu salud y rendimiento cerebral no es acumular información, sino aplicar lo aprendido de forma consistente.
Se trata de incorporar hábitos de crecimiento, y como has podido ver, la ciencia nos muestra que la optimización de nuestras capacidades cerebrales conduce siempre a un hábito clave: la práctica continuada de mindfulness.
Te invitamos a experimentarlo. Comienza a darle a tu cerebro la información que necesita para ayudarte a mejorar tu vida.
*Con información de Mindful Sciece.
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